Esto es el paso de un ciclón. Dudamos si publicar, pues fatan algunas ímágenes fundamentales que no podemos cargar por dificultades técnicas del locutorio en el que andamos, y, a pesar del anacronismo, decidimos pasar a vista de pájaro por las últimas horas pasadas en Buenos Aires. La publicación anterior, como comprobarán por las fechas, es posterior a ésta, pero no queríamos dejar pasar más días sin anotar las últimas horas en Buenos Aires.
Noche del 23 de septiembre, camino al 24. Fue un día de 48 horas. La Grande no defraudó: más de diez personas en el escenario entre percusión, metales, bajo y guitarras (uno de ellos fue el único que nunca estuvo dentro de la tocata). Araoz Club. Los muchachos cuentan sus pesos para ver lo larga que será la noche. Y promete. Babel de acentos. La orquesta creciendo, y las horas transcurriendo. Tomamos nota de la noche bonaerense, visitando algunos otros garitos.
Mediodía del 24. Plaza de La República. Foto al obelisco. Vamos con prisa. Apenas 10 pesos en el bolsillo y los bancos cerrando. Y Jorge lo ve, y lo llama dando un certero grito desde la acera de enfrente. ¡Leiva! Y se gira, en la entrada del hall del Hotel Colón. Charlamos, le damos un disco y nos hacemos una foto, que publicaremos el día que tengamos el cable necesario. Pereza tocaba el 25 en el Metropolitano. Nos despedimos, alucinando de la casualidad de toparnos con él en esta megaurbe brutal.
Comienza la carrera. Media hora para el cierre de los bancos. No sólo lo logramos por los pelos, sino que nos hacemos amigos del chico del mostrador, quien nos invita a pasar por su casa a la tarde ya que también vive en San Telmo. Tal visita se produjo, y entre humo, risas y disertaciones políticas, una amistad en ciernes queda en el aire hasta nuestro regreso a Buenos Aires, donde un asado nos espera cuando pasemos a llevarle nuestro disco. Al rato de marchar descubrir el parecido razonable que nos martillea la cabeza desde hace un rato. Es el Robert Downey Jr.porteño.
Noche del 24. Una de nuestras anfitrionas nos lleva a cenar comida peruana. Buen vino, y mejores risas, entre tamal y pescado crudo macerado en abundante cilantro (algo a lo que no estamos acostumbrados, y nos atrevemos a reconocer tras bajarnos la botella de tinto). Avenida de Mayo. De vuelta al barrio. Al ir acompañados por alguien que lo conoce bien, descubrimos nuevos rincones. El Negrín. Suenan los Zeppellin, Bowie, The Clash... y tres porteños conversan de fútbol desde que llegamos hasta que marchamos. Boludo es un término que aparece cada tres palabras. Del último garito no recordamos el nombre. Sin comentarios.
Y este trío calavera regresa a casa por las desiertas calles de adoquines. Transformamos el salón de casa en el último local haciendo sonar en la compu a Spinetta, Bersuit y Cerati, mientras Jorge trata de seguir la armonía con una guitarra afinada en otro tono.
Mañana del 25. Ahí está él, apoyado en un cristal de la plataforma 3-4 de la Terminal Retiro. Y ella. David de Gregorio y Laura se unen a la expedición. Bondi rumbo a Rosario, y de allí a Chovet.
Hasta pronto, Buenos Aires. Nos vamos al interior...
sábado, 26 de septiembre de 2009
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Guevera era el nombre del boliche...
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La Comandante