Revolotean alrededor de las mesas,
como gorriones tras el almuerzo,
los niños sucios y despeinados
y a la noche,
los cartoneros tras la cena,
rumiando restos
de la gula del progreso
que se sonroja por el vino,
y no por su vergüenza.
Un taxista pelirrojo
sse emociona hasta el cardias
al prescribir con rigor poético
el remedio para su país.
Y no nos cobra la disertación.
Charly, Sabina o Fito.
Bersuit, Los Fabulosos o Silvio,
brotando todos
de gargantas mercenarias
en el Sabina Bar
para deleite de estudiantes
ruidosos y bien parecidos.
Ellos, gastados y enfermos
del mal endémico de su país:
una suerte de simbiosis
entre orgullo y resignación.
Hay un par,
rechonchos y sonrosados,
que vomitan ideales al corear
un estribillo de Baglieto.
Otro, con apariencia
adolescente de serie norteamericana,
escolta a la diosa de la noche,
dichoso y temeroso a la vez,
consciente del papel
secundario y prescindible
que la belleza sin paliativos
de una mujer
otorga a sus ocasionales beneficiarios.
De todas los demás,
decir lo evidente.
Huelga hablar
de su gobierno en retaguardia,
de sus miradas con pie de página
o de la pasarela de moda
en que convierten
sus idas y venidas al baño.
Mientras tanto,
seguimos riendo
desde la última fila
de este extenso patio de butacas.
El show debe continuar.
Los actores siguen dándolo todo.
Hoy nos permiten
incorporarnos al reparto,
en una breve aparición estelar.
Se desentumecen los dedos.
Se afilan los colmillos.
Se escupe la verborrea castellana
y, según el parte policial,
se terminan afiliando
innumerables cómplices
al sindicato de nuestro crimen.
Y en la última estación,
en la periferia de la madrugada,
una autóctona
con ojos de autómata por el neón,
se esfuerza por balbucear algo que,
de todos modos,
no llegaremos a entender.
Rosario. 2-10-09
como gorriones tras el almuerzo,
los niños sucios y despeinados
y a la noche,
los cartoneros tras la cena,
rumiando restos
de la gula del progreso
que se sonroja por el vino,
y no por su vergüenza.
Un taxista pelirrojo
sse emociona hasta el cardias
al prescribir con rigor poético
el remedio para su país.
Y no nos cobra la disertación.
Charly, Sabina o Fito.
Bersuit, Los Fabulosos o Silvio,
brotando todos
de gargantas mercenarias
en el Sabina Bar
para deleite de estudiantes
ruidosos y bien parecidos.
Ellos, gastados y enfermos
del mal endémico de su país:
una suerte de simbiosis
entre orgullo y resignación.
Hay un par,
rechonchos y sonrosados,
que vomitan ideales al corear
un estribillo de Baglieto.
Otro, con apariencia
adolescente de serie norteamericana,
escolta a la diosa de la noche,
dichoso y temeroso a la vez,
consciente del papel
secundario y prescindible
que la belleza sin paliativos
de una mujer
otorga a sus ocasionales beneficiarios.
De todas los demás,
decir lo evidente.
Huelga hablar
de su gobierno en retaguardia,
de sus miradas con pie de página
o de la pasarela de moda
en que convierten
sus idas y venidas al baño.
Mientras tanto,
seguimos riendo
desde la última fila
de este extenso patio de butacas.
El show debe continuar.
Los actores siguen dándolo todo.
Hoy nos permiten
incorporarnos al reparto,
en una breve aparición estelar.
Se desentumecen los dedos.
Se afilan los colmillos.
Se escupe la verborrea castellana
y, según el parte policial,
se terminan afiliando
innumerables cómplices
al sindicato de nuestro crimen.
Y en la última estación,
en la periferia de la madrugada,
una autóctona
con ojos de autómata por el neón,
se esfuerza por balbucear algo que,
de todos modos,
no llegaremos a entender.
Rosario. 2-10-09
Hola niños!!! Cómo va la gira??? Me imagino y espero que super bien. Estaría bueno encontrarnos cuando regresen a Buenos Aires. Nos gustaría volverlos a ver.
ResponderEliminarLes mando muchos besos.
Chicos!!!
ResponderEliminarque bueno lo que contais y que bien contao pijo!!
me alegro q os fluya tan bien!
q asi siga!
Besoles Yeclanicos!!